viernes, 11 de marzo de 2011

TRATADO DE UNA RANITA CON DELIRIO DE PRINCESA


"Si estoy esperando en la torre más alta de un castillo oculto entre un bosque espeso casi imposible de penetrar, a que llegue mi PERFECTO caballero en brillante armadura a rescatarme, debería entonces preguntarme: ¿Soy yo la princesa PERFECTA?"

Con ese pensamiento empecé yo una evaluación de esas expectativas infantiles que aun hoy a mis 25 años persisten, pero que no son más que eso: ilusiones. ¿Será quizá que esas ilusiones irreales, son imposibles de cumplir, debido a que estoy exigiendo más de lo que en realidad soy? Osea, espero ansiosamente por el perfecto caballero que me rescate, pero si yo no soy la princesa perfecta, ¿no sería algo pretencioso de mi parte exigir una perfección que yo soy incapaz de lograr?. "Con la vara con la que midas serás medido", eso más que una frase bíblica es un hecho. Quizá mi incapacidad de encontrar pareja esta relacionada con que yo evalúo de una forma tan ardua y estricta a los prospectos de pareja que llegan, que quizá ellos evaluandome de la misma manera se dan cuenta que tampoco soy PERFECTA. Y no es cuestión de autoestima, es algo real, algo tangible. Si yo no doy, ¿con qué derecho creo que merezco recibir? ¿Cómo voy a exigir que se llenen unos parámetros y cumplan con unos requisitos si quizá yo tampoco estoy dando lo que ellos esperan? Y con estas preguntas llegamos al punto neuralgico de cualquier princesa de cuento de hadas: las expectativas.

Las expectativas son el vicio que corroen cualquier relación, pues nada duele más que estar ilusionado, lleno de expectativas volando por allá muy alto en cielo y que de repente nos demos cuenta que tales expectativas no existen y entonces nos caemos y estábamos tan alto, tan alto, que ese golpe duele cantidades y eso es a lo que llamamos un "corazón roto". Entiendo perfectamente que no hacerse expectativas frente a cualquier situación es imposible, pero vivir de expectativas no es sano. Muchas veces el caballero de brillante armadura en verdad es un sapo y no por eso, podemos decidir permanecer atrapadas en la torre. " Es que yo quería un principe, pero me salió un sapo" jajajajaja...quizá el problema no es que él sea un sapo, es que de repente usted no se ha dado cuenta, que no es una princesa si no una rana.

Tal vez en lo que fallamos es en el concepto propio que tenemos. Si somos princesas, el príncipe llegará...y aunque llegue, permitanme aclararles que posiblemente tampoco será perfecto, pero es un príncipe. Si usted sabe que es una ranita, un hada, una gnomo - en fin cuanto personaje de cuento de hadas exista usted elige a su gusto -, pues posiblemente no llegará el príncipe que le llego a la princesa de al lado, pero por andar esperando a que le llegué eso, puede estar dejando ir al sapito se su vida.

Por andar de princesa caprichosa a más de una la han convertido en rana, cisne, burro...jajaja en fin. De nada sirve vivir esperando en una torre alta al "hombre perfecto" si yo misma no soy perfecta. Tampoco voy a conformarme con el primer animal que pase, pero no es tampoco prudente andar volando entre nubes, llena de expectativas frente a un príncipe azul, que puede llegar en rojo, morado o verde. A veces el hombre de nuestra vida no es el que soñamos sino con el que podemos compartir en nuestra realidad. Si eres rana, ama a tu sapo. Si eres princesa, ama a tu príncipe. Pero si todavía no tienes claro quien eres, que eres, que quieres y vives de expectativas frente a cosas que no han llegado y pueden no llegar, entonces busca un espejo, mírate, reconócete, ámate y solo entonces cuando te hayas aceptado imperfecta entenderás que el "hombre perfecto" esta más cerca de lo que creías.

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