Esta es mi rutina:
Despertarme y pensar por un solo momento que es un maravilloso milagro abrir los ojos, ver el tono tenue azul de la luz de alba entrando por mi ventana y dar un gracias que sale como exaltación de la bendición de un día más.
Alistarse, sin pensar mucho tomo la ropa que hasta rutinariamente he empezado a combinar. No es imprevisto es un patrón permanente de camisa, pantalón, zapatos...nada nuevo, nada raro un patrón predeterminado cargado en mi sicorigida mente que no me permite innovar, variar, modificarme, cambiar.
Desayuno, como con prisa pues en ese momento que crees disfrutar aparece la concepción del tiempo que te dice que "vas tarde" que es necesario apurarse para empezar la parte de esa rutina que es inevitable, que es necesaria, que no puedes evitar.
El paisaje es el mismo, cambian rostros, aromas, ubicación, pero mientras vas de camino escuchando música, leyendo o inmersa en tus pensamientos pareciera que a tu alrededor el paisaje fuera el mismo todos los días, gente apurada, con tu misma prisa, algunos quizá con preocupaciones diferentes, con otros afanes, con otras cargas...pero es el mismo afán.
Llegar, saludar, desempacar, sacar el computador, sentarse y trabajar. Resolver cada afán que otro crea, cada necesidad insatisfecha de aquellos que aunque no son empleados tuyos, parece que dependen de que tu les indiques que hacer, como actuar, como escribir. Y surge uno tras otro esos requerimientos que hace que dejes de lado cada cosa que es importante por estupideces que algún inepto que cree saber más que tu considera urgente. Haces tu esfuerzo por no enloquecer, por no gritar, por no mandar todo al carajo y aun si no hay una voluntad inicial sacas las fuerzas y el ánimo para de forma hipócrita pero "políticamente correcta" entregar lo que se solicita, eso que se espera que hagas pronto y hagas bien...así entre el afán de estupideces improvisadas y un almuerzo rutinario que no toma ni siquiera una hora del día, continuas tu jornada con esa sensación de no saber para donde se va con esto, que esperas lograr aquí, con la impotencia de quien hace su mejor esfuerzo y aun así pierde el partido...así, con esa sensación terminas ese momento para continuar.
Vuelves a la rutina, a esa realidad que eliges día con día, momento con momento y es que cuando vives eso parecen tan estúpidas las frases motivacionales en que te dicen que "debes hacer de cada día un milagro"...y entonces no entiendes... no entiendes como lograrlo cuando la rutina te ahoga, te agota, te desespera. En silencio gritas, porque sabes que no eres la única, que quizá alguien más como tu quiere correr, quiere gritar....por eso en un silencio suicida y una sonrisa hipócrita te ahogas entre las responsabilidades y cargas; entre los deberes y el afán...aun así cuando llega la hora en que todos empiezan a partir, tu recuerdas que esta es en definitiva tu vida, que mientras unos tienen hijos, esposos, novios a quien regresar al llegar a casa, tu no tienes eso....entonces ¿para qué regresar? ¿quién espera con ansias tu llegada? ¿quién preguntará como te fue hoy? ¿con quien compartirás complicemente la carga del día mientras su amor te acompaña en un beso, un abrazo, un "tranquila"?....entonces!! entonces!!! ¿cual es la prisa por regresar?...si está es la realidad...aunque duela aceptar tu verdad es esta:
TU MÁS GRANDE AMOR ES TU TRABAJO, ESTO QUE HACES ...ESTO ES LO QUE TE AMA, LO QUE DEBES AMAR... así que en silencio procuras mantener la cordura y continuar...seguir...trabajar...hasta que el cuerpo no de, la mente agotada no escriba otra palabra...solo entonces en el silencio de la noche y el cansancio excesivo llegas a casa...para encontrar la cama que esta mañana te vio amanecer y que esta noche escuchará el llanto que brota por el cansancio y frustración que trae el saber que estas enamorada de tu trabajo...porque es el permanente....es a quien puedes amar.
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