Debería a esta altura haber entendido que la distancia de los recuerdos no es mucha cuando permanentemente recaemos en los pensamientos de un pasado que ya no es algo presente, de un dolor que latente parece ser algo vívido, real, tangible. ¿Cómo dejar de lado ese permanente añoro de los momentos en que fuimos amados, en que amamos, en que eramos felices? No es fácil renunciar a lo que en algun momento te hizo sentir viva, llena, plena...en paz. Maldecir tu paso por mi vida, solo me hace quedar como una tonta, como quien a sabiendas del daño que genera decide tomar veneno con la ilusión de no morir; es por eso que hablo de tu tiempo a mi lado como una lección, como lo que decidí consciente vivir para ser más fuerte, para ser quien soy hoy.
Somos lo que decidimos - creo - y si es así hay una parte mía en la que soy tu. Yo te elegí contra la voluntad de todos, contra mis propios temores, contra la claridad de que serías una gran herida. Aun así te elegí, consciente de lo que ello significaba acepte tenerte en mi vida, me permití sin cautela amarte y así fue como cree este recuerdo de algo que fue, que viví, que amé, que partió y que aun - a ratos - duele. No puedo hablar con desagrado, odio o rencor alguno sobre lo que significó tu partida, y es que aunque el dolor agudo y la falta de aliento duraron un tiempo después de tan insulso adiós, no es justo señalarte como el autor intelectual y material del asesinato del amor que nos tuvimos.
No son los recuerdos lo que más pesa, son las palabras no dichas, los besos no dados, las caricias no compartidas y el silencio entre nosotros lo que me pesa en el alma. El afrontar al futuro sin la seguridad que me daba tu abrazo, los sueños y planes que tuvieron que ser descartados, la duda permanente que me dejó el que te fueras sin decir nada más, son esos sentimientos los que me hacen caer una y otra vez en tu recuerdo.
Debo cortar las cadenas que mantienen a mi esperanza presa de la ilusión de tu pronto regreso. Es necesario matarla para que no sufra abrazada a tu ausencia, debo con el veneno de la realidad aniquilarla y ver como mientras sus ojos se apagan renace en mi de nuevo la sensación de libertad. Con un disparo seco acallaré las voces que me mantienen unida a lo que algún día fue; ignoraré el dolor de la ausencia y me coseré la boca para que no vuelva a pronunciar tu nombre ni por error. Borraré los sueños en que aparezca tu rostro y me amarraré el corazón para impedir que vuelvas a ingresar.
Es hora de salir del hueco en el que esta constante dualidad de emociones me ha metido. Debo aceptar que aun te amo, pues cuando amas de verdad, dejar de hacerlo no es una opción.